ORDEN SACERDOTAL / DIGNIDAD
Era la primera vez que Isabel la Católica, reina de España, se confesaba con fray Hernando de Talavera. Era costumbre que los reyes se confesaran arrodillados en un reclinatorio y el confesor se arrodillara también en otro, pero fray Hernando se sentó para la confesión de la reina. Esta le dijo que, según se acostumbraba, ambos debían estar de rodillas, a lo que respondió el confesor:
– No, señora: yo he de estar sentado, por ser éste el tribunal de Dios, y yo hago en él sus veces. Vuestra Alteza estará de rodillas.
Obedeció la reina sin replicar y, acabada la confesión, dijo en presencia de otros que lo habían visto:
– Este es el confesor que yo buscaba.
Grande es la dignidad del sacerdote. Los mismos ángeles, con toda su perfección, no tienen el poder de perdonar un solo pecado ni realizar el milagro de la eucaristía.
San Agustín compara al sacerdote con la Virgen: en efecto, si la Virgen dio Jesús al mundo, el sacerdote da Jesús al mundo cada día sobre el altar.