GOTAS DE ESPERANZA
Cuando el rey Darío de Persia se propuso la conquista de Grecia, ordenó que, durante los cuatro años que iba a emplear en los preparativos para esa campaña, le despertase un esclavo con estas palabras: «¡Señor, no olvides la guerra contra Atenas!…»
La guerra contra Grecia no significaba para Darío más que un capricho imperial; sin embargo, ni un instante quería perderlo de vista. El hombre moderno, en cambio,
¡con qué ligereza desdeña aquel mandato divino: «Salva tu alma»!
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