GOTAS DE ESPERANZA
Dos muchachos fueron a pasar las vacaciones con un tío suyo que era subastador de oficio. Un día éste los llevó a una subasta que se celebraba en una casa de campo.
Allí, en una gran sala, se habían reunido toda clase de personas, desde simples labradores a traficantes venidos de Londres. Muchas cosas fueron subastadas allí en poco tiempo y por poco dinero.
Tocó el turno a un cuadro pequeño, deslucido y con el marco roto, y los dos muchachos juzgaron que se daría por él una cantidad insignificante.
— Lote veinticinco —gritó alguien en la sala.
— Cincuenta libras —ofreció el primer postor.
Los muchachos se miraron perplejos. Los tratantes de Londres pugnaron en la subasta, y el resultado fue que el mejor postor ofreció seis mil quinientas libras.
De regreso a su casa preguntaron intrigados a su tío por qué un cuadro tan pequeño y estropeado había alcanzado tan fabuloso precio.
— Porque es de un gran artista —dijo el tío—. Cualquier obra suya tiene un gran valor.
Así mismo sucede con nuestra alma: es de infinito valor porque es obra de las manos de Dios. Aunque está manchada y deslucida, si se limpia, recobra su belleza y hermosura. Por esto Jesucristo murió para salvarla.