Lecturas del Martes de la 5ª semana de Cuaresma
Primera lectura
EN aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti
V/. Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.
V/. Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.
V/. Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enséñanos al Padre, Tú nos has hablado sus palabras. Háblanos del Padre; háblanos del contenido de su corazón. Háblanos, Señor, Tú solo tienes palabras de vida eterna.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 21-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden venir’?”. Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”.
Los judíos le preguntaron: “Entonces, ¿quién eres tú?”. Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo he oído decir a él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre.
Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no hago nada por mi cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en él.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Fijemos nuestra atención en esta frase, «yo me voy y ustedes me buscarán». El texto que se nos propone para nuestra meditación nos revela los pensamientos de los oyentes de nuestro Señor. Sus palabras eran fuente de intriga, confusión, con un aire de misterio. Prueba de esto son las palabras de los judíos, «¿estará pensando en suicidarse…?» Es claro, los judíos no entienden el mensaje de Jesús, no entienden el significado de sus palabras «me voy». Tal vez para nosotros tampoco es tan claro. ¿Sabemos a dónde va? ¿Sabemos qué día es hoy?
Estamos a menos de una semana de comenzar Semana Santa. Es en estos días cuando vivimos el misterio de la partida del Señor. La primera, Jesús se dirige a Jerusalén. Cuando Él dice «me voy», debemos tener en mente que va a ser entregado en manos de los pecadores, que lo azotarán y crucificarán. Así el primer sentido del «me voy» hace referencia a su pasión y muerte, mientras que el segundo sentido está conectado con el misterio de su gloriosa resurrección, después de tres días resucitará. Entonces, ¿a dónde va el Señor? Se va a dar su vida para luego poder retomarla, pues nadie se la quita, Él la da libremente y tiene el poder de tomarla de vuelta. Se va a su pasión para ir hacia el Padre suyo y Padre nuestro, hacia su Dios y nuestro Dios.
«Jesús levantado: en la cruz. Moisés hace una serpiente y la levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados en su propio cuerpo”. Y cuando miramos el crucifijo, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Has tomado sobre sí todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de hacerse pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí.»
(Homilía de S.S. Francisco, 31 de marzo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Quédate, Señor, conmigo; quédate conmigo, largo es el camino. Angustia y desesperación me acechan al pensar que Tú sin mí te vas, que yo sin ti me quedo. Si te vas, te buscaré hasta encontrarte. ¿Cómo lo haré? Te buscaré por medio de la fe, de la que habla San Pablo: «vivo en la fe del Hijo que me amó y entregó por mí.»
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Pondré por escrito aquellos momentos donde he creído sentir ‘la ausencia de Dios’. Después, en presencia de un crucifijo, preguntaré en voz alta: ¿en dónde estabas?. Concluiré el ejercicio escuchando la respuesta del Señor y leyendo otra vez el Evangelio del día.