Lecturas del Domingo 5º de Cuaresma – Ciclo B
Primera lectura
Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor –oráculo del Señor–. Sino que así será la alianza que haré con ellos, después de aquellos días –oráculo del Señor–: Meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: «Reconoce al Señor.» Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande –oráculo del Señor–, cuando perdone sus crímenes y no recuerde sus pecados.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R/.
Segunda lectura
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando es su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.
Palabra de Dios
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, te agradezco por este maravilloso día y, en especial, por este momento de intimidad. Ayúdame, Jesús, a encontrarme contigo y salir a irradiar, con mi ejemplo de vida, lo que Tú me quieras decir.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 12, 20-33
Entre los que habían llegado a Jerusalén para adorar a Dios en la fiesta de Pascua, había algunos griegos, los cuales se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le pidieron: «Señor, quisiéramos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús y él les respondió: «Ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado. Yo les aseguro que, si el grano de trigo sembrado en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, producirá mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.
El que quiera servirme, que me siga, para que donde yo esté, también esté mi servidor; el que me sirve, será honrado por mi Padre.
Ahora que tengo miedo, ¿Le voy a decir a mi Padre: ‘Padre, líbrame de esta hora?’ No, pues precisamente para esta hora he venido. Padre, dale gloria a tu nombre». Se oyó entonces una voz que decía: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
De entre los que estaban allí presentes y oyeron aquella voz; unos decían que había sido un trueno; otros, que le había hablado un ángel. Pero Jesús les dijo: «Esa voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Está llegando el juicio de este mundo; ya va a ser arrojado el Príncipe de este mundo. Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí». Dijo esto, indicando de qué manera habría de morir.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el Evangelio de hoy Jesús nos recuerda que el que mira para adentro y se mira solo a sí mismo, se pierde y, por el contrario, el que mira hacia afuera se salva. No sé si te has preguntado por qué nunca nos podemos ver con nuestros propios ojos directamente. Si lo ves desde la perspectiva de hoy, te podrás dar cuenta de que Dios, en su infinita sabiduría, ha colocado los ojos para que miren hacia adelante y no sólo hacia uno mismo. ¿No es esto lo que nos ha enseñado, en parte, también el Covid?
Acepta la invitación del Señor hoy y busca no ver sólo hacia adentro, que no es algo malo en sí, pero que puede causar que se te olvide lo que está fuera de ti. Dios nos creó como seres relacionales, para amar y ser amados en relación con Él y con los demás. No te olvides de que eres parte de una familia, de una ciudad, de un país, de un mundo, en el cual Dios ama a cada uno por igual sin importar lengua, raza o nación. Así puedes aprender a no ponerle límites a la llamada al amor que Dios te hace, para que el día en que Él atraiga a todos hacía sí, te llame a ti y a mí al Reino de los Cielos.
«La novedad introducida por la crisis que desea el Espíritu no es nunca una novedad en oposición a lo antiguo, sino una novedad que brota de lo antiguo y que siempre la hace fecunda. Jesús usa una expresión que explica este pasaje de un modo sencillo y claro: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. El acto de morir de la semilla es un acto ambivalente, porque al mismo tiempo marca el final de algo y el comienzo de otro. Llamamos al mismo momento muerte-descomponerse y nacimiento-germinar porque son la misma realidad. Ante nuestros ojos vemos un final y al mismo tiempo en ese final se manifiesta un comienzo nuevo.»
(Discurso de S.S. Francisco, 20 de diciembre de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ofrecer una oración por la unidad y dignidad de las personas en todo el mundo.