Lecturas de hoy Martes 16 Marzo de la 4ª semana de Cuaresma
Primera lectura
EN aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del torrente.
Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda. Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Palabra de Dios
Salmo
R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob
V/. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.
V/. Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.
V/. El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hola Dios, espero dedicarte un tiempo de mi día para saber quién eres y, siendo mi creador y yo tu creación, entenderé mejor quién soy. Espíritu Santo, ilumina mi mente para que mis pensamientos estén llenos de paz y consolación. ¡Ven, Espíritu Santo!
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16
En un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Al verlo ahí tendido, y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: «¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: «No te es lícito cargar tu camilla». Pero él contestó: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: «Toma tu camilla y anda?». Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: «Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor». Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Es un pasaje de sanación lo que acabamos de leer. Hay un enfermo que espera el movimiento de las aguas en Jerusalén; hay un Dios que nos mira y nos sana y, por último, algo común en la religión, hay un deber religioso por cumplir, es decir, guardar el sábado, el día de descanso.
En primer lugar, veamos en dónde estamos, no precisamente la postura o espacio temporal, sino en nuestro corazón. ¿Dónde está? El enfermo está a la espera de algo, algo que le interesa. A él le interesa su salud física y a cada uno de nosotros nos interesan muchas cosas. Dios tiene deseo de acercarse al enfermo porque está a la espera de algo y, nadie le ha ayudado. Cristo quiere y desea estar con nosotros, ser providente; nos mira y ama.
Segundo, ¿qué nos ha dicho? Nos pregunta, ¿quieres eso que te interesa y deseas? El deseo correcto es sanar nuestro cuerpo y nuestra alma lastimada por el mal en palabras, hechos, acciones, equivocaciones, tanto los que hemos recibido como aquellos cometidos por nosotros. Él nos dice a cada uno: «toma … y anda». Quiere darnos una esperanza, vida para seguir adelante con paciencia, alegría y humildad.
Tercero, la figura de Cristo era desconocida para el enfermo. Dios, en su infinito amor, permite que recibimos bendiciones, por mínimas que sean, de parte de sujetos que son anónimos para nosotros. Debemos compartir la alegría de nuestra sanación, de vivir el perdón, en paz, serenidad, felicidad, con la esperanza de que la gente nos pregunte: ¿Qué te pasa? El tener una experiencia del amor sanador de Cristo no es estático, es imposible que nos deje como antes. La experiencia del amor de Jesucristo sacude nuestra existencia, despertándola para que vuelva a caminar e ir por el mundo con una sonrisa que contagia paz, serenidad. Que seamos testigos.
«Nos hace pensar la actitud de este hombre. ¿Estaba enfermo? Sí, tal vez tenía alguna parálisis, pero parece que podía caminar un poco. Pero estaba enfermo en su corazón, estaba enfermo en su alma, estaba enfermo de pesimismo, estaba enfermo de tristeza, estaba enfermo de pereza. Esta es la enfermedad de este hombre: “Sí, quiero vivir, pero…”, se quedaba allí. Y su respuesta no es: “¡Sí, quiero curarme!”. No, es quejarse: “Los otros llegan antes, siempre los otros”. La respuesta a la oferta de sanación de Jesús es una queja contra los demás. Y así, treinta y ocho años, lamentándose de los demás. Y no haciendo nada para sanar.»
(Homilía de S.S. Francisco, 24 de marzo de 2020).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.