GOTAS DE ESPERANZA
Un ciego se hizo conducir ante el sepulcro de santo Tomás de Cantorbery y allí, orando con fervor, recobró la vista. Lleno de gozo, pudo contemplar la hermosura de la luz y de la naturaleza.
Mas pensó bien pronto que quizá sería mejor, para su felicidad eterna, permanecer ciego en el mundo. Y de nuevo fue a la tumba del santo y re pidió le quitara la vista si era conveniente para su alma. Volvió a ser ciego y toda la vida continuó en este estado. Pero tuvo la alegría de haber sido fiel a Dios.
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