GOTAS DE ESPERANZA
Hace varios años vivía un joven en una ciudad. La vida le sonreía, y podía satisfacer todos sus caprichos. El oleaje le arrastraba, y él se dejaba llevar. Transcurrían sus años entre placeres y pecados, en la ociosidad y la insignificancia.. Fue uno de tantos en la serie de miles de inútiles de que el mundo está lleno; hasta que un día, por mero azar, leyó estas palabras: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos.»
¡Harto! No lo había estado nunca; y, sin embargo, experimentaba la náusea de la vida. Puesto que se hablaba aquí de algo que saciaba, ¿por qué no iba a probarlo?
Rompió con el pecado y tuvo hambre y sed de justicia. Cuando, al cabo de un año, contó su vida a un sacerdote, terminó su confesión de esta manera: «¡Cuán hermosa y feliz es ahora mi existencia!»
Está en nuestra mano el hacer que tal sea nuestra vida por medio de la gracia santificante.