Lecturas del Sábado de la 1ª semana de Adviento
Primera lectura
ESTO dice el Señor, el Santo de Israel:
«Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén,
no tendrás que llorar,
se apiadará de ti al oír tu gemido:
apenas te oiga, te responderá.
Aunque el Señor te diera
el pan de la angustia y el agua de la opresión
ya no se esconderá tu Maestro,
tus ojos verán a tu Maestro.
Si te desvías a la derecha o a la izquierda,
tus oídos oirán una palabra a tus espaldas que te dice: “Éste es el camino, camina por él”.
Te dará lluvia para la semilla
que siembras en el campo,
y el grano cosechado en el campo
será abundante y suculento;
aquel día, tus ganados pastarán en anchas praderas;
los bueyes y asnos que trabajan en el campo
comerán forraje fermentado,
aventado con pala y con rastrillo.
En toda alta montaña,
en toda colina elevada
habrá canales y cauces de agua
el día de la gran matanza, cuando caigan las torres.
La luz de la luna será como la luz del sol,
y la luz del sol será siete veces mayor,
como la luz de siete días,
cuando el Señor vende la herida de su pueblo
y cure las llagas de sus golpes».
Palabra de Dios
Salmo
R/. Dichosos los que esperan en el Señor
V/. Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R/.
V/. Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R/.
V/. Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Dios mío, te doy todo mi ser para que seas Tú quien viva en mí.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 35-10, 1. 6-8
En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».
Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: «Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Se han puesto a pensar alguna vez por qué Cristo mandó a esos discípulos dándoles tanto poder y a nosotros parece que nos manda sin nada? ¿Cómo es posible que el Señor ya no se manifieste como lo hacía antes? ¿Acaso no le importamos?
Sí, es cierto: Cristo dio autoridad de verdad a sus discípulos para curar enfermedades y expulsar espíritus malignos a sus primeros discípulos; pero lo hace también hoy en nuestras vidas. Además, lo hace ¡todo el tiempo! No estamos solos en nuestra vida de apóstoles. Cristo es quien actúa en nosotros. Él escoge medios humanos limitados para poder manifestarse a las personas en una manera adecuada a cada uno.
Pensemos en concreto: ¿tienes tú un talento el cual te encanta? ¿Hay algo en ti que te gusta especialmente?, ¿una habilidad para escuchar, hacer sentir bien a quien te rodea, eres muy concreto o paciente? Pues eso es específicamente los poderes de los cuales el Señor se vale para que lleves su mensaje a todos. Recuerda que tus talentos no son sólo tuyos. Da gracias por ese talento a Jesús y pregúntale cómo quiere Él usarlo, cómo quiere Él hacerlo fructificar. Dile también cómo te gustaría usarlo y escucha lo que Él piensa.
Si ponemos en práctica nuestros talentos y los vemos con una mirada de fe, podremos descubrir cómo Cristo se hace presente a todos: cómo Él actúa, ríe, enseña, cura, y resucita en nosotros.
«Como nos muestra el Evangelio, Jesús ha sanado a enfermos de todo tipo, ha dado la vista a los ciegos, la palabra a los mudos, el oído a los sordos. Y cuando sanaba las enfermedades y las dolencias físicas, sanaba también el espíritu perdonando los pecados, porque Jesús siempre perdona, así como los “dolores sociales” incluyendo a los marginados. Jesús, que renueva y reconcilia a cada criatura, nos regala los dones necesarios para amar y sanar como Él sabía hacerlo, para cuidar de todos sin distinción de raza, lengua o nación. Para que esto suceda realmente, necesitamos contemplar y apreciar la belleza de cada ser humano y de cada criatura. Hemos sido concebidos en el corazón de Dios. “Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno de nosotros es amado, cada uno es necesario”. Además, cada criatura tiene algo que decirnos de Dios creador. Reconocer tal verdad y dar las gracias por los vínculos íntimos de nuestra comunión universal con todas las personas y con todas las criaturas, activa “un cuidado generoso y lleno de ternura”. Y nos ayuda también a reconocer a Cristo presente en nuestros hermanos y hermanas pobres y sufrientes, a encontrarles y escuchar su clamor y el clamor de la tierra que se hace eco.»
(Audiencia SS Francisco, 30 de septiembre de 2020)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy usare mi talento especial para hacer feliz a alguien en concreto, especialmente a quien más lo necesita.