PENA DE DAÑO III PARTE
Si fuese solo la Justicia la que a cavado el abismo, aun tendrá remedio, pero es el amor quien lo ha cavado; esto es lo que quita toda esperanza. Cuando se es condenado por la justicia, se puede recurrir al amor, pero cuando se es condenado por el amor, ¿a quien recurrir? Tal es la suerte de los condenados! El amor que ha dado por ella toda su sangre, es el mismo amor que les maldice. Como! Habría un Dios aquí abajo , por vosotros, habría tomado vuestra naturaleza, habría hablado vuestra lengua, curado vuestras heridas, resucitado vuestros ; habría sido El mismo muerto en la Cruz para que, después de todo esto, penséis que os es ilícito blasfemar y reír, caminar sin temor, desposarse con todas las disoluciones? Oh no, desengañaos, el amor no es un juego, no se es amado impunemente por un Dios, no se es amado impunemente hasta la muerte. No es la justicia la que carece de misericordia, es el amor quien nos condena. El Amor lo hemos experimentado en demasía, es la vida o la muerte; y si se trata del amor de Dios, es la vida eterna o la muerte eterna. (Lacordaire, Conferencias de Nuestra Señora, 72)
Los condenados están en el abismo infernal como dentro de una ciudad malaventurada, en la cual sufren indecibles tormentos en todos los sentidos y miembros, porque como emplearon en el pecado todos sus miembros y sentidos, sufrirán en todos ellos las penas correspondientes al pecado. Los ojos por sus silenciosas e ilícitas miradas, sufrirán la horrible visión de los demonios y del infierno; los oídos, por haberse deleitado con discursos malos, jamás oirán otra cosa que llantos, lamentos y desesperaciones, y así de los restantes (San Francisco de Sales, Introd. a la vida devota, I 15).
El castigo eterno, producirá en los cuerpos cuatro taras contrarias a las dotes de los cuerpos gloriosos. Serán oscuros: sus rostros, caras chamuscadas (Is 13,8) Pasibles si bien nunca llegarán a descomponerse, puesto que constantemente arderán en el fuego, no se extinguirá (Is 66,24). Pesados y torpes, porque el alma estará allí como encadenada: Para aprisionar con grillos a sus reyes (Ps 149,8) Finalmente serán en cierto modo carnales, tanto en el alma, como el cuerpo; se corrompieron los asnos en su propio estiercol (Joel I,17)(Santo Tomás, sobre el Credo, II,1c.p.109)