LA PENA DE DAÑO
Es la privación eterna de la contemplación y goce de Dios. Nos es sumamente difícil hacernos cargo de esta pena, en la que consiste propiamente el infierno. Hemos sido creados para Dios. Y tenemos la prueba de ello en la nostalgia de una infinita felicidad. Mientras estamos aquí abajo nos esforzamos en distraer, ya que no es saciar, esa sed infinita. Es cierto que hallamos en este mundo algún destello de Dios, reflejo de la bondad y belleza divina. Nosotros buscamos y amamos en las creaturas la hermosura y el bien. Pero con frecuencia olvidamos que todo bien y hermosura no es más que una participación de Dios.
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