
GOTAS DE ESPERANZA
Un médico refería lo siguiente:
Hace tiempo fui llamado para curar a una joven de diecisiete años de edad que estaba pálida, triste, marchita. La habían visitado muchos médicos y, no conociendo su enfermedad, dijeron que era nerviosa. Su padre me llamó con lágrimas en los ojos para que la visitara y fui introducido en un cuartito lleno de colgaduras ,de seda, donde la pobre niña estaba tendida en un sofá con los ojos medio cerrados, la cabeza inclinada, pálida como una estatua de mármol.
Adiviné el mal. Padecía en su jaula dotada porque era demasiado feliz, no tenía obstáculo que vencer ,ni objeto a que consagrarse. Le dije que se preparara a salir conmigo en compañía de su papá.
— ¿Con usted? ¿y adónde?
— Es mi secreto —le dije en voz baja—; va en ello la vida de su padre, de su madre y de usted.
Pronto estuvo preparado el coche, y los llevé a ver a mis pobres. En la primera casa donde nos detuvimos tuve ,que sostenerla hasta el quinto piso; subió sola a la segunda guardilla, y a la tercera se me adelantó. Cuando los niños le besaban la mano y las pobres madres le daban las gracias, lloraba de contento, lo mismo que su padre. Aquel paseo le pareció corto, y por la tarde se entretuvo en buscar cosas con que ejercitar la caridad al día siguiente. Y recibió la salud, la alegría, la felicidad, que no se encontraba entre sus blandas de seda, sino entre los harapos de sus hermanos, a los que entregó el corazón.
— ¡Vosotros, los hastiados de la vida, los aburridos, los inútiles, probad el remedio!