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Sembrando Esperanza

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GOTAS DE ESPERANZA

Ahí tenéis a un hombre cubierto con todos los sufrimientos que pueden caer sobre una vida humana. Ahí le tenéis, semejante a un leproso; desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, no es más que una llaga, yen cada llaga un dolor espantoso. Algo que roe sus carnes vivas como gusanos que roen el cadáver. Algo que le abrasa como el hierro enrojecido en la fragua o, mejor, como una llama devoradora que se pudiera creer tomada del fuego del infierno.

Y ese hombre es pobre y está salo. Apenas una mano amiga viene de tarde en tarde a remover sobre el lecho su cuerpo llagado por todas partes y por todas partes atormentado. Bajo la acción de la podredumbre que le invade en vida, ve su carne caer pedazo a pedazo.

Pues bien, ¡cosa asombrosa!, ante esta ruina de sí mismo que se consume día tras día y hora tras hora, ese hombre sonríe. Sí, al mirar su carne, que cae en pedazos, asoma a sus labios la sonrisa de la esperanza, mientras se dice: «Este cuerpo en ruinas no es sino el último obstáculo que me separa de la eternidad. Unos días más, unos pedazos más de carne que ha de morir del todo y ¡oh eternidad!, única consoladora de mis dolores. ¡Veré amanecer ante mis ojos tu radiante aurora!»

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