GOTAS DE ESPERANZA
Cuando Pirro, rey de Epiro, uno de los más grandes capitanes de la antigüedad, oyó a sus embajadores ponderar la magnificencia y el poderío de Roma, exclamó:
— Pero, ¿acaso en Roma no hay imperfecciones y defectos?
— Sí —respondieron los embajadores—, hay uno, y éste, grandísimo: ¡también se muere en Roma!
— Aunque así sea, vayamos —dijo Pirro—; Roma será nuestra.
Fue allí y logró grandes victorias.
En el paraíso no ocurrirá esto. Mors non erit ultra! ¡Ya no habrá muerte!
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