GOTAS DE ESPERANZA
En una hostería de una villa suiza, un joven llamado Juan Ritter se las daba de blasfemar más que nadie de los allí presentes y, acometiendo a cualquier compañero, lanzaba las más horribles blasfemias.
Todas los presentes permanecían aterrorizadas cuando, de súbita, nadie pudo oír ya más su voz: el infeliz gesticulaba y agitaba la lengua, pero había perdida el habla, que ya no recobró jamás.
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