53. Qué hacer el último día del año
Hoy, en esta noche, al final del año, cierras un capítulo más en la “historia de tu vida”. Hace un año, cuando comenzaste este capítulo, eras una persona con grandes proyectos, dispuesta a enfrentar los desafíos que te deparaba un año nuevo. Aunque afloraban los temores e inseguridades, más grandes eran tus ilusiones y el desafío que planteaba para ti un año nuevo.
Esta noche has cerrado un capítulo en el libro de tu vida. El libro es todo tuyo, te lo puso Dios en las manos. Pudiste haber hecho de él lo que quisieras: un poema, una elegía, una pesadilla, una tragedia, un canto o una oración. Pudiste… Hoy, ya no se puede; los capítulos vividos y escritos ya no son tuyos, ya los has escrito, ahora pertenecen a la historia y a Dios. Él, algún día, te los volverá a leer con todos sus detalles.
El capítulo que cierras ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad. Piensa unos momentos. Es ésta tu última noche del año, los últimos momentos con tu familia, con tus compañeros de estudio o trabajo, con aquellos que fueron tus amigos y también con aquellos que nunca llegaron a serlo. Aquellos con quienes te hubiera gustado intimar, pero no se pudo. La timidez y otros pretextos te alejaron irremediablemente de aquellos a los que recordarás simplemente como compañeros y ya no como “amigos”.
Es tarde para el ayer, pero se nos abre un mañana lleno de promesas y de esperanzas. Toma tu libro y léelo despacio. Hojéalo… para que no repitas los errores del ayer y refuerces en el mañana tus mejores virtudes. Deja pasar sus páginas por tus manos y por tu conciencia. Ten el placer de leerte a ti mismo; léelo todo. Repite aquellas páginas en las que pusiste tu mejor empeño. Lee aquellas otras que querrías nunca haber escrito. No… No… No intentes arrancarlas, es inútil, ten valor para leerlas. Son tuyas, no puedes destruirlas, pero sí puedes corregirlas; cuando escribas el próximo capítulo en este nuevo año que inicia, en que todavía sus páginas están en blanco. Si lo haces así, Dios las leerá con gozo cuando abra tu libro en el último día.
En esta última noche del año repasa lo escrito en tu libro; hay allí trozos enteros de ti mismo. Es un drama apasionante en el que tú eres el actor principal; tú en escena con Dios, con tu familia, con tus compañeros de estudios o trabajo, con tus sueños y aspiraciones, con la vida; tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu capacidad de elegir entre todo el mar de cosas que nos dio el Señor de la vida.
Es un libro misterioso que en su mayor parte no puede leerlo nadie más que Dios y tú. Si tienes deseos de besarlo, ¡bésalo!; si tienes ganas de llorar ¡llora! Esta noche las lágrimas están más que permitidas: Por los que no están, por los que se fueron sin despedirse, por los que nos dejaron en el camino, por los que tomaron otros rumbos y porque en esta noche cierras un capítulo definitivo de tu existencia.
No reprimas tus emociones. Si tienes ganas, llora fuerte sobre tus viejas páginas en las que se termina una etapa de tu vida, pero sobre todo, reza, reza sobre tu libro viejo; reza a Dios por tu familia, por tus compañeros de aventura en la conquista de la vida, en el desafío de construir un mundo más humano, más justo. Un mundo mejor para los que nos siguen, para nuestros hijos. Un mundo para la solidaridad y el amor.
Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a tu Señor desde el fondo del corazón: “Gracias, Padre mío, gracias por tu amor”. Después ponlo a sus pies, no importa cómo esté. Es probable que tengas páginas negras, pero Dios sabe perdonar, y sobre todo, sabe amar.
Esta noche te va a dar Dios otro libro, completamente nuevo y blanco. Es tuyo, vas a poder escribir en él lo que quieras. Pon el nombre de tu Dios en la primera página; después, pídele humildemente que no te deje escribirlo solo. Dile que siempre te tenga de la mano y te hable al corazón.
En muchos otros lugares hay alguien como tú… muchos como tú, que en una estrellada noche inician un nuevo libro y prenden la misma luz en la noche en que el año viejo se queda con nuestras tristezas y el año nuevo ilumina, brillante y lleno de esperanzas, las sendas de un nuevo amanecer.