RECTITUD
Diógenes, el cínico tenía siempre una réplica a flor de labios. Un día estaba en su tonel lavando unas unas hierbas amargas para comer. Pasó por ahí uno de los cortesanos.
– Si adularas a Dionisio, no comerías hierbas -le dijo, al verle en aquella operación-.
– Y si tú te contentaras con hierbas, -le contestó Diógenes-, no adularías a Dionisio.
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