PRUDENCIA
El duque Alberto de Baviera era un hombre en extremo colérico. Hallándose en cierta ocasión en campaña frente a Augsburgo, cayó en sus manos una carta que le despertó dudas sobre la fidelidad de su esposa. A toda prisa volvió a su casa y, sin investigar el asunto, mandó matarla.
Poco después descubrió la inocencia de la ajusticiada. Entonces, de tal manera le remordió la conciencia al asesino, que los cabellos castaños de aquel hombre de 27 años se tornaron blancos como la nieve en una sola noche.
Nadie hace nada bueno en un momento de ira. La ira es un mal consejero.
Share: