Lecturas del Lunes de la 16ª semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Escuchad lo que dice el Señor: «Levántate y llama a juicio a los montes, que escuchen los collados tu voz.»
Escuchad, montes, el juicio del Señor; atended, cimientos de la tierra: El Señor entabla juicio con su pueblo y pleitea con Israel: «Pueblo mío, ¿qué te hice o en qué te molesté? Respóndeme. Te saqué de Egipto, de la esclavitud te redimí, y envié por delante a Moisés, Aarón y María.»
«¿Con qué me acercaré al Señor, me inclinaré ante el Dios de las alturas? ¿Me acercaré con holocaustos, con novillos de un año? ¿Se complacerá el Señor en un millar de carneros, o en diez mil arroyos de grasa? ¿Le daré un primogénito para expiar mi culpa; el fruto de mi vientre, para expiar mi pecado?»
«Te han explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente, que respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios.»
Palabra de Dios
Salmo
R/. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios
«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.»
Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar. R/.
«No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños.» R/.
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?» R/.
«Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.» R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor Jesús, me lanzo a tus brazos como un hijo tuyo. Creo en ti, creo firmemente en ti. Espero en ti, todo lo espero en ti. Te amo, ayúdame a experimentar tu amor y a demostrarte que te quiero
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 12,38-42
En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: Maestro, queremos ver un signo tuyo». Él les contestó: «Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el de Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«¡Queremos ver un signo tuyo!» (Mt 12, 38). El Evangelio de hoy comienza con esta petición que le hacen a Jesús: ¡Queremos ver un signo tuyo! Seguramente, estando en medio de la oscuridad y la desolación, tú también has hecho esta petición a Dios. Esta petición, si viene de lo profundo de nuestro corazón, es una verdadera oración. Es un grito de ayuda al Padre de un hijo necesitado de Él. Y hoy, en su Palabra, Cristo nos da su respuesta a esta petición: «Aquí hay uno que es más que Salomón» (Mt 12, 42).
Jesús responde con un “aquí”, como diciendo: “Yo soy el signo que ustedes piden, yo soy el signo que quieren ver. No necesito hacer algo. No necesito revelarme con grandes milagros. Mi presencia es el signo y aquí estoy contigo”.
Y es que Cristo se hace realmente presente en nuestro aquí en el sacrificio de la Misa. El sacramento de la Eucaristía nos lleva a vivir en un tiempo y en un espacio nuevos que van más allá de nuestras categorías. Es en la Misa cuando entramos en el tiempo de la redención y contemplamos aquí el único sacrificio de Cristo en la cruz. ¡Qué otro milagro podemos pedir! ¡Qué otro signo podemos ver! Cristo, nos ha amado tanto que está aquí, con toda la fuerza que esta palabra implica. Cuando vivimos la Misa entramos en ese aquí y ahora de Dios. Con un pizca de fe, esperanza y amor, Él nos hará notar su presencia en la Eucaristía.
«En Mateo se dice: “Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo, pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra”. En Lucas leemos: “Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación”. No necesitamos analizar aquí las diferencias entre estas dos versiones. Una cosa está clara: la señal de Dios para los hombres es el Hijo del hombre, Jesús mismo. Y lo es de manera profunda en su misterio pascual, en el misterio de muerte y resurrección. Él mismo es el “signo de Jonás”. Él, el crucificado y resucitado, es el verdadero Lázaro: creer en Él y seguirlo, es el gran signo de Dios, es la invitación de la parábola, que es más que una parábola. Ella habla de la realidad, de la realidad decisiva de la historia por excelencia» (S.S. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, primera parte, p. 89).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Ir a Misa un día entre semana, además del domingo.