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Historias y anécdotas

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Un párroco visitó en una ciudad populosa a un mendiga al cual había dada ya cuantiosas limosnas. Le encontró en su miserable habitación, con un compañera, haciendo un plan de reforma de la lotería que quería presentar al ministerio.   .  ¿Cómo? exclamó el párroco, sorprendido, ¿Jugáis a la lotería? Naturalmente contestó el hambre, algo hemos de tener de

¡Era un muchacho aquel rey de Macedonia, Alejandro! Y muy ambicioso. Un día habló a sus generales: Mañana caeremos sobre los tebanos; los aniquilaremos. Pero no pararemos ahí: la ambición me empuja. Lógica pregunta de sus viejos generales: «¿Hacia dónde?» ¿Adónde iremos? contestó, cada vez más convencido Conquistaremos Grecia y Persia, después Egipto, luego Arabia, seguidamente India, y finalmente

Monseñor Dupuy, obispo de Argel, fue llamado un día a. visitar a una enfermita pobre que hacía meses guardaba cama consumida por la fiebre de una horrible úlcera en el pecho. — Hija  mía —le dijo el prelado—, ¿cómo puedes aguantar tan terribles dolores? — Mirad, señor: —contestó la enfermita señalando un ventanuco entreabierto—. Este trocito de cielo que

Yendo de caza, dos nobles caballeros encontraron a un ermitaño que en una miserable choza llevaba una vida muy penitente, y le preguntaron: — ¿Cómo te arreglas para poder estar aquí? ¿No experimentas melancolía y malestar? Respondió el ermitaño: — ¡Oh, sí que lo experimento!, pero cuando sufro o estoy triste voy a aquella ventana —y señalaba la de

Cuando Pirro, rey de Epiro, uno de los más grandes capitanes de la antigüedad, oyó a sus embajadores ponderar la magnificencia y el poderío de Roma, exclamó: — Pero, ¿acaso en Roma no hay imperfecciones y defectos? — Sí —respondieron los embajadores—, hay uno, y éste, grandísimo: ¡también se muere en Roma! — Aunque así sea, vayamos —dijo Pirro—;

El locutor de la C. E. G. hablaba un día al público sobre el cielo. — Mirad —decía el chistoso preguntón—, lo que más me fastidia es pensar cómo voy a ponerme la camisa sobre las alas. — No te preocupes, amigo, pues tu dificultad va a ser la de ponerte los pantalones sobre la cola.

Uno que visitó la magnífica catedral de Diakevar (Croacia) se encontró a la salida con un pordiosero miserablemente vestido. El turista, poco amigo de la Iglesia, le preguntó: — Oiga, ¿qué piensa usted del lujo que hay allá dentro, en el interior del templo?  

Cierta vez estaba una madre haciendo dormir a su hijo en la cuna, cuando éste le preguntó: — Mamá, cuando los niños van al cielo, ¿cómo duermen, en una cuna o en los brazos de Dios? — Hijo mío, en el cielo todos dormiremos en los brazos de Dios.  

Cuenta una leyenda que una madre tenía un hijo sordomudo. El hijo murió sin haber podido pronunciar nunca el nombre de su madre. La madre pasó largos años sufriendo silenciosamente su dolorosa herida: no oírse nunca llamar «madre» por aquellos labios del hijo de sus entrañas. ¡Era ésta la mayor pena de su corazón! Llegó a vieja,

En el África Oriental, entre los negros kambas, existe una leyenda de profundo sentido referente a los tiempos primitivos. Hace tiempo, muchísimo tiempo —así dice la leyenda—, los hombres que vivían por aquellas regiones estaban desesperados a causa de la devastación cruel de la muerte y mandaron emisarios a todas las partes del mundo para buscar un