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Historias y anécdotas

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Era un muchacho superdotado, de alma predestinada, que murió a los 19 años de edad. Enviado a un hotel transformado en sanatorio, un día asistió a una fiesta: baile, música, distracciones. En un entreacto abandonó la sala y, cuando se disponía a entrar de nuevo, de repente pensó en Jesús. «¡Ya no vuelvo!», pensó. «Me ha mirado

Un joven, en vísperas de sufrir una operación en los ojos, que amenazaba con dejarle totalmente sin vista. Su madre no dejaba de rezar y rezar. “No sé para qué rezas tanto ‑ le dijo a la madre‑. Tú sabes que las probabilidades de recuperación son mínimas”. Y le llegó conmovida la voz de su madre:

EVANGELIO DE LUCAS.  De los cuatro libros canónicos que narran la “Buena Nueva” = “Evangelio”, traída por Jesucristo, los tres primeros libros, Mateo, Marcos y Lucas, presentan entre si, tales semejanzas, que pueden ponerse en columnas paralelas y abarcarse con “una sola mirada”: de ahí su nombre de “Sinópticos”. Hoy nos ocupamos de Lucas, que es un escritor

Se cuenta que el emperador Segismundo preguntó en cierta ocasión a Teodorico, arzobispo de Colonia, cómo podría el hombre encontrar la felicidad en la tierra. – No tengas muchas esperanzas de conseguirla- respondió el arzobispo. – ¿Y cómo podré alcanzar la dicha eterna? – Caminando siempre por el camino recto. – ¿Y qué significa andar por el camino recto? – Significa

Margarita María Alacoque, después de entrar en religión, preguntó a la madre superiora qué comportamiento había de observar en la oración, y recibió esta respuesta : «Ponga usted su alma ante nuestro Señor como un lienzo blanco sin pintar, y suplíquele que se digne pintar en ella su propia imagen, rasgo por rasgo.»

Un día un perro vio a un perrito que daba vueltas tratan­do de alcanzarse la cola. Pues le había dicho que cuando la cogiera encontraría la felicidad. El perro grande dijo que él también estuvo mucho tiempo haciendo lo mismo y como siempre se me escapaba la felicidad ‑añadió‑ “así es que me he dedica­do a

Un señor paseaba alrededor de una construcción de una catedral, y encuentra a un obrero picando piedra y le pregun­ta que si está contento y le responde que por unas malditas perras está matándose y estaba echando pestes y a disgusto. Después, encuentra a otro haciendo lo mismo y le responde con la misma actitud que

Era un viernes santo, y santa María Magdalena de Pazzis no acertaba a recogerse para meditar los grandes misterios de ese día. Oyó entonces la voz de Jesús: «Mira, yo no te he amado en broma, sino de verdad y hasta el sacrificio…» Este exceso de amor, ¿valía la pena? Sí, porque inmenso es el valor de las