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Historias y anécdotas

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El emperador Trajano insultó a san Ignacio de Antioquía, a quien trató de demonio malo. Ignacio replicó: — ¡Que nadie llame demonio malo a un teóforo! (portador de Cristo). — ¿ Llevas, pues, tú al crucificado? — Sí; no hay lugar a dudas, yo llevo a Cristo dentro de mí. Trajano ordenó entonces: — Que Ignacio, quien se precia de llevar en

Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos o lo hacemos mal (Sto. Cura de Ars, sermón sobre la oración). Vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo agranda y lo hace capaz de amar a Dios. La oración es una degustación anticipada del cielo, es un rebose del paraíso.

La oración es el reconocimiento de nuestros límites y de nuestra dependencia: venimos de Dios, somos de Dios y retornamos a Dios. Por tanto, no podemos menos de abandonarnos a Él, nuestro Creador y Señor, con plena y total confianza(

Cuando el rey Pirro envió un embajador a Roma, informó éste a su regreso: «Cada ciudadano romano me hizo la impresión de un rey.»   Esto se debería poder decir de toda alma en gracia: no debería dejar duda ni un momento de que es templo de Dios, como dice san Pablo. Su mirada, sus gestos, su risa, sus

Cuando Vindhirst era consejero municipal de Hannover fue a verle una mujer y le pidió poder divorciarse de su esposo porque no podía convivir con él, pues llegaba a casa completamente borracho y armaba gran alboroto. Él le preguntó: — Y usted, señora, ¿Qué hace en estos casos? — Naturalmente yo tampoco callo. — ¡Ah!, entonces parece que falta

Diariamente mueren 120 000 hombres, diariamente se dictan 120 000 sentencias. Hay entre las víctimas hombres de todas clases: condes, príncipes, lores, marqueses, barrenderos, picapedreros, gitanos; todos llegan mezclados para el juicio. De vez en cuando llega un rey, un obispo, un papa

Lejos de la oración las muchas palabras; pero no falte la oración continuada, si la intención persevera fervorosa. Hablar mucho en la oración es tratar una cosa necesaria con palabras superfluas: orar mucho es mover, con ejercicio continuado del corazón, a aquel a quien suplicamos, pues, de ordinario, este negocio se trata mejor con gemidos que

Sócrates decía de su mujer Xantipa: "Me casé con ella, pese a ser tan arisca, porque, si soy capaz de aguantarla, es seguro que podré aguantar ya a quien sea" Mas un día, para no oírla refunfuñar más, salió de su casa y se sentó a la puerta. Irritada, aquella mujer le arrojó por la ventana

Sócrates decía de su mujer Xantipa: "Me casé con ella, pese a ser tan arisca, porque, si soy capaz de aguantarla, es seguro que podré aguantar ya a quien sea" Mas un día, para no oírla refunfuñar más, salió de su casa y se sentó a la puerta. Irritada, aquella mujer le arrojó por la ventana