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Historias y anécdotas

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Un califa de Córdoba, cuenta una tradición árabe, quiso agrandar sus jardines y construir un pabellón sobre un pequeño campo que lo rodeaba y era lo único que poseía una pobre viuda. Ésta se negó a vendérselo y entonces el príncipe se apoderó con violencia del campo y edificó en él un brillante palacio. La pobre mujer, desolada

Un labrador, al segar el trigo, cortó por medio a una víbora con la hoz. Y oíd lo que hizo después aquel buen hom­bre. Satisfecho de su hazaña y con aire de triunfo, la mostra­ba a los compañeros. ¡Desgraciado de él! Aquella cabeza enve­nenada, retorciéndose, le mordió en una mano, y el pobrecillo, por aquella mordedura

Un tal Troquilo, discípulo del filósofo griego Platón (347 a.C.), habiendo visto un día el mar en calma, exclamó: "Voy a dar un hermoso paseo por mar". Subióse a una pequeña embarcación que corría que era una delicia. Pero, de pronto, levantóse una furiosa tempestad que sacudió la nave por todas partes, y poco faltó para

Un bebedor, en una fiesta de la santísima Virgen, hizo un viaje de tres horas para ir a confesarse a un santuario. En la confesión prometió no volver a emborracharse y ni siquiera poner el pie en las tabernas. Por la noche, de vuelta a su casa, tuvo que pasar junto a una taberna; pero siguió de

Refiere la fábula que el león se fingió un dia enfermo y, como rey de todos los animales, invitó a los demás a que le visitaran en su guarida. Fue también la zorra, pero, cuando estuvo a cierta distancia, se detuvo. - ¿Por qué no vienes más adelante? le dijo el león. A lo que la zorra contestó: -

"Prefiero verte muerto antes que manches tu alma con un pecado mortal", decía, la cris­tiana, reina Blanca de Castilla al que fue con el tiempo famoso rey de Francia y santo de Ingla­te­rra: Luis IX. Y no fue olvidada la lección, cuando los biógrafos del santo, en cierta ocasión plati­cando con uno de sus más allegados

.  Sucedió en la estación de Pisa. Una madre, llena de alegría, esperaba a su hijo que volvía de la guerra después de haber caído prisionero de los alemanes. El soldado, que había quedado ciego, no había querido comunicarlo a la familia. Llegó el tren. La madre miraba con avidez acá y allá. En esto ve a su hijo descender

Caminando va un gusanito por una hojita que cuelga de la rama de un árbol. «¡Qué grande es esto!», se va diciendo. Al fin llega al extremo de la hojita, se asoma y mira: «¡Qué abismo!», se dice. Y lentamente sigue paseando por el mundo de aquella hojita.   Allí quizá encontrará la muerte. Y al morir seguirá