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Historias y anécdotas

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Me detengo ante los libros de Santo Tomás de Aquino: 34 volúmenes en folio. ¿Cómo pudo escribir tanto un hombre que en total vivió cincuenta y dos años y además enseñó y predicó mucho? Y hay que tener en cuenta que su producción literaria no consta de novelas, sino que trató de las cuestiones más difíciles

Un profesor de medicina que guiaba a sus alumnos por la sala de un hospital detuvo a éstos en el centro de ella y les preguntó: - Veamos, juzgando así a distancia: ¿cuál les parece ser el enfermo más grave? Pues es aquel que tiene moscas en la cara; cuando un enfermo permite con tal apatía que

En cierta ocasión un contratista permitió a sus carpinte­ros que se llevasen como leña las astillas de los troncos que desbastaban. Desde entonces las astillas fueron más gruesas, y las vigas resultaron tan delgadas, que el edificio se vino al suelo antes de acabarse. ¿No ocurre algo parecido muchas veces en la vida espiritual? Se evitan cuidadosamente

Mohs era un científico que murió en 1839, fue el inventor de la escala que lleva su nombre y que indica mediante diez peldaños ascendentes la dureza de los minerales: del talco y del yeso va subiendo de dureza en dureza hasta el diamante. Pues bien, algunas cabezas parecen ser más duras que el dia­mante, no

San Pedro: En la Via Appia hay una capilla que recuerda el encuentro de Pedro con Cristo a las puertas de la ciudad y que le pregunta a dónde va. Pedro estaba huyendo de la perse­cución de Nerón. "A Roma", respondió Cristo, "para ser de nuevo crucificado". Y Pedro entendió que lo que se esperaba de

Santa Catalina de Siena tuvo que luchar un día con una vehemente tentación. Cuando a costa de grandes fatigas logró librarse, se quejó con tristeza: "Jesús mío, ¿dónde estabas cuando las tinieblas envolvían mi corazón?" "Estaba en tu alma" -contestó el Salvador. "Si no hubiera estado contigo, los pensamientos que sitiaron tu alma habrían penetrado también

Ulises hace una nueva singladura y llega frente a la isla de las sirenas. Manda a la tripulación que se tapen los oídos y ordena que a él le aten fuertemente a un mástil y no le suelten. Las sirenas comienzan sus cantos tentadores. La voluntad de Ulises flaquea. "¡Soltarme!", grita. Pero los compañeros, fieles a la

Santa Catalina de Siena tuvo que luchar un día con una vehemente tentación. Cuando a costa de grandes fatigas logró librarse, se quejó con tristeza: "Jesús mío, ¿dónde estabas cuando las tinieblas envolvían mi corazón?" "Estaba en tu alma" -contestó el Salvador. "Si no hubiera estado contigo, los pensamientos que sitiaron tu alma habrían penetrado tam­bién

A principios del año 1815, un enfermo grave rechazó al confesor diciendo que no quería confesarse porque la religión no sirve más que para el pueblo analfabeto, y el hombre instruido se abre paso siempre sin tener que apoyarse en la religión. El sacerdote procuró convencerle y, entre otras cosas, le mencionó que Volta, uno de