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Historias y anécdotas

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Huyendo Napoleón de la desastrosa derrota de Waterloo, se hospedó una noche en una humilde posada sobre cuyas negruzcas paredes se veía un retrato de Luis XVI. — ¿Quién es éste? — preguntó a la posadera. — Nuestro rey — respondió ella. Hacía tiempo que el rey y toda la familia real, habían sido decapitados, hacía tiempo que Napoleón,

Conocéis a ese gran emperador que conquistó Grecia, Persia, Arabia, Egipto. La tierra tembló en su presencia, pero la muerte no le tuvo compasión. Murió Alejandro Magno, y cuatro viejos generales cargaron su cadáver, encerrado entre cuatro tablas. Y otro viejo gene­ral que los seguía, señalando con la las cercanías de Atenas. Sócrates sacó un gran mapa: "Muéstrame,

El avestruz al ser perseguido por los cazadores corre enloquecido y huye, cuando con su fuerte pico podría despedazar a sus seguidores; y, al pararse, agotado por la carrera, esconde  la cabeza en la arena y tal vez dirá: "Ahora ya no hay peligro, sencillamente porque no lo veo".  

Los normandos atacan Irlanda. Las canoas se deslizan por el mar repletas de guerreros. Hay que darse prisa antes de que en la isla preparen la defensa. El cau­dillo normando promete que el primero que toque con su mano la tierra de Irlanda recibirá en galardón el condado más próximo. O'Neill, el gran guerrero, jura ser el

El 22 de septiembre de 1622 fueron martirizados en el Japón cincuenta y dos cristianos, entre los que había una madre con su hijito de cuatro años de edad, llamado Ignacio. Había sido bautizado hacía un año por el padre Spínola, quien aguardaba la muerte también, dirigiendo a los condenados sus últimas recomen­daciones. Spínola percibió a la

Anciano y achacoso, el padre Tena fue llevado por los rojos a Madrid, en 1936, durante la cruzada espa­ñola. Apenas podía andar con la ayuda de un bastón, a causa del reuma que le aquejaba. Ante el tribunal, intentaron hacerle apostatar de la fe. - Jure usted -le dijeron- que Dios no existe. Él empezó a dar razones

En 1868, don José Ignacio Arcia, arzobispo de Michoacán, preguntó a un tullido, viudo con dos hijas: — ¿Cuál es tu oficio? — Cazador. —¿ Qué es lo que cazas? —Venados. Dios me ayuda. Todos los días digo una oración a mi Padre, salgo con mi carabina, mato un venadito, mis hilas lo llevan a casa y, con la carne,

Preguntaba un impío a un joven cristiano: — Tú, ¿ por qué crees en esas verdades? — Porque así lais enseña el señor cura. — Pero el señor cura puede caer en un error. — Es cierto, y el señor obispo le removerá y condenará; de modo que, mientras está en unión con el señor obispo, creo en la