Lecturas del Lunes de la 26ª Semana del Tiempo Ordinario
Primera lectura
Un día, fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satanás.
El Señor le preguntó: «¿De dónde vienes?»
Él respondió: «De dar vueltas por la tierra.»
El Señor le dijo: «¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal.»
Satanás le respondió: «¿Y crees que teme a Dios de balde? ¡Si tú mismo lo has cercado y protegido, a él, a su hogar y todo lo suyo! Has bendecido sus trabajos, y sus rebaños se ensanchan por el país. Pero extiende la mano, daña sus posesiones, y te apuesto a que te maldecirá en tu cara.»
El Señor le dijo: «Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques.»
Y Satanás se marchó.
Un día que sus hijos e hijas comían y bebían en casa del hermano mayor, llegó un mensajero a casa de Job y le dijo: «Estaban los bueyes arando y las burras pastando a su lado, cuando cayeron sobre ellos unos sabeos, apuñalaron a ¡os mozos y se llevaron el ganado. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Ha caído un rayo del cielo que ha quemado y consumido tus ovejas y pastores. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Una banda de caldeos, dividiéndose en tres grupos, se echó sobre los camellos y se los llevó, y apuñaló a los mozos. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
No había acabado de hablar, cuando llegó otro y dijo: «Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó y los mató. Sólo yo pude escapar para contártelo.»
Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo: «Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor.»
A pesar de todo, Job no protestó contra Dios.
Palabra de Dios
Salmo
R/. Inclina el oído y escucha mis palabras
Señor, escucha mi apelación,
atiende a mis clamores,
presta oído a mi súplica,
que en mis labios no hay engaño. R/.
Emane de ti la sentencia,
miren tus ojos la rectitud.
Aunque sondees mi corazón,
visitándolo de noche,
aunque me pruebes al fuego,
no encontrarás malicia en mí. R/.
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío;
inclina el oído y escucha mis palabras.
Muestra las maravillas de tu misericordia,
tú que salvas de los adversarios
a quien se refugia a tu derecha. R/.
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, me meto hoy entre tus brazos. Así como lo haría un niño en los brazos de su padre, así quiero estar entre tus brazos, con una confianza plena en tu amor. Sin preguntarme muchas cosas, simplemente estar. Quiero disfrutar de estos minutos contigo. Tal vez no sienta nada, pero no es necesario sentir para saber que Tú estás aquí. A veces, Señor, me complico pero me he dado cuenta que la fe es lo más sencillo porque sólo hay que dejarse amar por ese Padre, que es Dios.
Por eso hoy vengo con la fe de un niño para dejarme amar por ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 46-50
Un día, surgió entre los discípulos una discusión sobre quién era el más grande de ellos. Dándose cuenta Jesús de lo que estaban discutiendo, tomó a un niño, lo puso junto a sí y les dijo: “El que reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me ha enviado. En realidad el más pequeño entre todos ustedes, ése es el más grande”. Entonces, Juan le dijo: “Maestro, vimos a uno que estaba expulsando a los demonios en tu nombre; pero se lo prohibimos, porque no anda con nosotros”. Pero Jesús respondió: “No se lo prohíban, pues el que no está contra ustedes, está en favor de ustedes”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Quién era el más grande de ellos». Puede pasar que muchas veces se piense que el más importante es el que más hace, el que más responsabilidades tienen, el más generoso. Sin duda entre lo apóstateles había un poco de todo. Pero si el Señor hubiese querido personas eficaces no hubiesen sido esos doce los llamados. Y sin embargo los llama a ellos. Podemos pensar en un Pedro, un humilde pescador de lago de Galilea. O en un Mateo, un recaudador de impuestos. Y si nos detenemos en cada uno de ellos podemos ver sin mucho esfuerzo todos sus defectos.
Entonces, ¿por qué el Señor llamó a estos doce? Pudo haber llamado a algún fariseo o algún miembro de la familia real, que seguramente serían más cualificados… Pero el Señor conocía el corazón de cada uno de sus apóstoles. Sí, tenían muchos defectos, pero se mostraban como eran. Decían lo que pensaban y aceptaban con sencillez las correcciones del maestro. Tenían una fe de niño.
El Señor nos invita a ser como sus apóstoles, a ser como niños. Y a veces puede pasar que nos dé vergüenza el ser de esta manera, el tener esta personalidad, pero no nos damos cuenta que tal y como somos el Señor nos quiere. Él nos ha creado y Él sabe por qué. Puedo ser muy primario y ser una persona que se enfada apenas le dicen algo, pero Pedro era igual y gracias a que él fue sencillo, el Señor pudo obrar milagros. En cambio otro puede decir que es muy frío, pero Tomás el mellizo era un poco frío y gracias a eso pudo tocar el costado y las llagas de las manos y los pies.
Jesús, te ama tal cual eres. No tienes que aparentar otras cosas. Y el Señor, te ha dado una misión grandísima, sólo tienes que dejar que Él actúe en ti. Por eso los niños son los más importantes en el Reino de los cielos. Porque se dejan guiar por el Espíritu Santo; porque saben escucharlo en el interior de su corazón.
«La gran misión que el Señor nos confía, la llevamos a cabo en comunión, de modo colegial. ¡Está ya tan desgarrado y dividido el mundo! La fragmentación es ya de casa en todas partes. Por eso, la Iglesia, “túnica inconsútil del Señor”, no puede dejarse dividir, fragmentar o enfrentarse».
(Discurso de S.S. Francisco, 23 de septiembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Señor, voy a dedicar un momento del día a hacer un pequeño examen. Y me preguntaré: ¿Soy una persona sencilla? ¿Tengo miedo de mostrarme tal cual soy? ¿Se escuchar lo que me dice Dios por medio de mi párroco, de un familiar, de mis amigos? ¿Qué propósito me pongo para crecer en esa fe de niño?