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febrero 2025

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María prefigurada   Ave Reina celestial, Admirablemente constituida emperatriz por la Triple Majestad Divina. El Rey de los ángeles y de los santos, atraído e impresionado por el perfume de tus virtudes, descendió dentro de ti. Tú, alabanza de Padres y Profetas, tú, de muchas Escrituras brillante comentario, y embrujo de los corazones a causa de tu dulzura. Puerta cerrada, jamás abierta, atravesada y siempre clausura,

Poesía sobre la Bienaventurada Virgen   Ave bellísima Reina, a quien por gracia divina exaltó la Trinidad, la que ni antes ni después hizo otra más grande.   En tu juventud, por tus probadas virtudes el Rey de reyes, sumo y eterno Dios, te eligió como esposa.   Un ángel te invitó, oh   maravilla, tanto le agradaste y cuando dijo: "Llena de gracia", como Virgen concebiste, y Virgen

Quién es María   María es el traslucido vaso del espíritu Santo Paráclito, la gloriosa ciudad de Dios, la mujer de la virtudes que aplastó a la viperina cabeza.   Más esplendorosa que el sol, más encantadora que la luna, más rutilante que la aurora, con más claridad que las estrellas.   A ella pecadores y devotos acudimos, entre golpes de pecho, diciendo: "Santa, Santa,

Ahora te saludo, oh Virgen María; te saludo de rodillas y con intensa devoción, agradeciéndote con las manos juntas. Además, para que recibas y escuches mi fervorosa oración, te saludaré una vez más con aquel devoto homenaje: "Ave María, llena de gracia, el Señor es contigo, tú eres bendita entre las mujeres y bendito es el

Acepta, entonces, la oración que tu servidor recita ante ti, y mírame, misericordiosísima Madre de Jesús, amadísima Virgen María. Acuérdate siempre de mí, puesto que si yo alguna vez me olvido de ti, quedo por ello muy No te olvides nunca de mí, tú que has generado la misericordia para todos.

Recibe luego al alma que se aleja de este destierro, e introdúcela a través de las puertas del cielo a los dichosos lugares del paraíso. Colócame junto a ti y habla en mi favor al Hijo tuyo, Rey de los siglos, con palabras buenas y suaves, tú que recibiste aquel saludo santo y bendito de la

En ese momento, protege a mi alma de los espíritus inmundos y espantosos, para que no se atrevan a acercarse; y dígnate visitarla con tu dulce presencia, junto a la multitud de los ángeles y de los santos. Antes de que yo deje este mundo, comprométete también a aplacar con tus purísimos ruegos a tu divino