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febrero 2025

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Cimodea, sacerdotisa de las musas, seguía a Eudoro, cristiano, por las sendas del bosque. No sabía qué pensar de aquel desconocido, al que tuvo al principio por un inmortal. Sospechaba. si sería algún impío, aborrecido por los hombres y perseguido por los dioses, que andaba de noche prófugo sobre la tierra; o si acaso sería algún

Se cuenta que durante la guerra mundial un médico militar, mientras estaba inclinado atendiendo a un herido en un lecho de campamento, recibió un tiro de pistola del propio paciente, que era un oficial enemiga. El tiró falló, y el médico, volviendo la cabeza serenamente, le dijo: — Vamos; no haga tonterías. Y continuó curándole.

Siendo san Pacomio todavía gentil, pasó por el pueblo donde él vivía una legión de soldados romanos. Observó el santo que algunos del pueblo buscaban y obsequiaban con amor a algunos de los soldados. Le llamaba esto a Pacomio la atención, porque no veía por dónde aquellos soldados podían tener en el pueblo tantas relaciones y

Un médico refería lo siguiente: Hace tiempo fui llamado para curar a una joven de diecisiete años de edad que estaba pálida, triste, marchita. La habían visitado muchos médicos y, no conociendo su enfermedad, dijeron que era nerviosa. Su padre me llamó con lágrimas en los ojos para que la visitara y fui introducido en un cuartito

Una anciana camina jadeante por la calle. Se inclina, levanta un objeto del suelo y lo guarda en el delantal. Al momento se le acerca un guardia y le intima: — ¿Qué acaba de coger usted? La mujer le mira asustada, despliega el delantal, muestra un cortante cascote de vidrio y dice: — Mire usted: por aquí suelen andar

Perilo pidió a Alejandro Magno que le ayudara a reunir la dote de su hija, a la que accedió el rey macedonia ordenando que le entregaran cincuenta talentos. — Diez serían bastante, señor —le dijo Perilo, agradecido y confuso a la vez. — Serían bastante para Pedirlo —respondió el rey— pero serían muy poco para Alejandro. Los dones que

El delfín de Francia, hijo de Luis XVI, estaba preso y en manos de un rudo carcelero que vengaba en él, pobre niño indefenso, el delito de haber nacido rey. Un día le preguntó el carcelero: — ¿Qué harías tú, Capeto, si los vendeanos te pusieran en libertad? ¿Qué harías conmigo? ¿Me mandarías ahorcar?   El pobre huérfano contestó

Iba yo pidiendo de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de los reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Me quedé aguardando limosnas