GOTAS DE ESPERANZA
Nos lo cuenta el gran poeta de Cataluña, Juan Maragall. Volvía de Francia, y en el mismo departamento de un coche de primera viajaban con él tres caballeros franceses. Los frenos del tren apretaron fuertemente las ruedas
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Mandó el confesor a un blasfemo se pusiese una piedra en el bolsillo por cada blasfemia, a fin de poder decir su número en la confesión. Llegando el hombre, al anochecer, a su casa, traía los bolsillos llenos de piedras. Le reprendía su mujer, que le había de coser y remendar los bolsillos y le preguntaba por
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San Jerónimo plantó cara una vez a un blasfemo. El santo hizo notar a aquel impío la gravedad del pecado, pero no obtuvo de él más que protestas, insultos y amenazas, Entonces dijo el santo: — Los perros salen en defensa de sus amos; ¿y debo yo permanecer mudo cuando se maltrata el nombre de Dios? ¡Moriré, pero
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Digno de meditarse es lo que se consigna de la niñez de una fundadora: Magdalena Pastel. Los padres de la niña no sabían explicarse por qué la niña estaba siempre muy alegre en medio de la tempestad y al ver un rayo u oír un trueno fuerte se ponía a palmotear, mientras que los demás. se
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Digno de meditarse es lo que se consigna de la niñez de una fundadora: Magdalena Pastel. Los padres de la niña no sabían explicarse por qué la niña estaba siempre muy alegre en medio de la tempestad y al ver un rayo u oír un trueno fuerte se ponía a palmotear, mientras que los demás. se
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Un muchacho que hizo toda la campaña de la guerra civil española como voluntario, herido dos veces,. próximo a la muerte otras varias, conocedor de penas y horrores, me refería cuál fue para él la noche más triste de la guerra. Fue la noche en que vio caer a su lado, muerto instantáneamente por un balazo
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En una reunión en que el orador quería probar que la existencia de Dios no es más que un mito, aquél terminó diciendo así: — Y, ahora mismo, que un ángel de vuestro Dios descienda del cielo y castigue mis blasfemias. Aún no había pronunciado la última palabra cuando se levantó uno de los oyentes, que era el
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En Namur (Bélgica) un niño de 10 años que frecuentaba las Escuelas Cristianas tenía, por desgracia, un padre blasfemo. Un día el niño volvió a casa más tarde de lo acostumbrado, lo que bastó para que el padre desencadenase las más bárbaras blasfemias. El niño, horrorizado, se postró de hinojos ante el padre y exclamó entre
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El diario «La voce d’Italia» del 7 de mayo de 1902 daba la noticia de que en Génova, junto a la iglesia de San Teodoro, un individuo no permitía la entrada de las personas en aquel templo y echaba terribles blasfemias contra ellos y contra la Virgen y Dios. De súbito, el blasfemo enmudeció, palideció y cayó
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Un propietario que residía en una de las principales villas de Cataluña tenía un colono que se había entregado al feo vicio de la blasfemia. El colono se presentó un día a su señor, y al hablarle, observó que éste no le contestaba. — ¿No me ha comprendido usted? —preguntó. — Ni una palabra —contestó el propietario. — ¿Se